martes, 25 de junio de 2013

Laura Bonaparte

Desde este lugarcito del mundo nuestro homenaje.


La Madre que seguirá alumbrando

Fue una Madre de Plaza de Mayo con voz singular y también pionera con su conciencia feminista en la atención mental de las mujeres. Pero, sobre todo, encarnó la alegría para los que la conocieron.
Por Marta Dillón 
Sería un consuelo creer que ese inmenso recorte de su familia que extrañó por tantos años está afinando sus instrumentos para tocar la canción de la alegría por el próximo abrazo tan deseado. Sería un consuelo pensar que hay cielo donde Noni –Aída Leonor– acaricie el piano, “Irenita” rasgue el arpa y Víctor el violoncello; un cielo donde esos tres hijos que le hicieron cuestionarse su condición de madre cuando ya no estaban, cada uno y cada una con sus parejas y su padre, Santiago Bruschtein, estén tendiendo la mesa para recibirla con un buen vino y buena comida, esta vez no hecha por Laura Bonaparte, esa mujer alta y hermosa como una Venus cuya sonrisa su nieta Victoria dice que va a llevar como bandera. Sería un consuelo creer, pero ella misma lo echaría por tierra. No hay cielos en los que refugiarse de su ausencia, ahora que su cuerpo dijo basta, 88 años después de su nacimiento en la entrerriana Paraná. Ahora que ya no va a estar para llenar de vida incluso los momentos más trágicos. Hay, en cambio, el deber de memoria. Hay, en cambio, la memoria como un fulgor, como una antorcha, como el alivio de una carcajada como las que ella sabía regalar a pesar de su pecho siempre cargado con las imágenes de sus ausentes, y en ellos y en su pañuelo de Madre de Plaza de Mayo la imagen y la memoria de todas las injusticias que supo denunciar.

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