Por Laura Salomé Canteros.Para Nodal
El
1 de agosto, día de la Pachamama, es una jornada de ofrenda a la Tierra para
que nos siga dando lo necesario. La Pacha, como sus mujeres y sus feminismos,
en resistencia frente a las opresiones y manifestaciones hegemónicas.
El Día de la Pachamama es un día de
agradecimiento en el que se realizan diferentes actos donde se le da a la Madre
Tierra distintos tipos de ofrendas –comidas, bebidas y hojas de coca- para que
Ella nos siga dando todo lo que necesitamos. Cada primero de agosto, cuando el
invierno comienza a dejarle paso a la primavera, cuando se da inicio a la
siembra y a la cosecha, se realiza el rito de tomar caña con ruda, ya que
dicen, esto protege contra el mal de ojo y la mala suerte para todo el año.
La Pachamama, o Madre Tierra, es la
diosa femenina de la tierra y la fertilidad, una divinidad agrícola benigna
concebida como la madre que nutre, protege y sustenta a los seres humanos. En
la tradición incaica es la deidad de la agricultura comunal, la más popular de
las creencias que aún sobrevive con fuerza en las provincias del noroeste
argentino.
Pero
no solo las manifestaciones de agradecimiento se heredan. También las luchas y
las resistencias de cinco siglos de discriminación, invisibilización, violencia
y represión hacia las naciones originarias de Nuestra América. La Tierra
amenazada, las mujeres violentadas; la Pacha arrasada, hoy desierta y
transgénica; las tradiciones feministas comunitarias olvidadas; un capitalismo neoliberal
foráneo, impiadoso, individualista y represivo; y el colonialismo religioso que
condena a las luchadoras a vivir una eterna resistencia para la liberación de
sus cuerpos. Un heteropatriarcado rabioso, controlador de los saberes, de las
expresiones, de los sentires y los deseos. Una academia silenciosa que poco nos
enseña a alejarnos de las teorías y las praxis de quienes dominan y no quieren
perder sus privilegios; una Pacha ansiosa, que espera recuperar tanta paz,
tanto amor y tanta libertad perdidas.
Feminismos
desde Abya Yala
Como
relata Francesa Gargallo en el prólogo de su libro Feminismos desde Abya Yala,
leer, editar y publicar los diálogos que tuvo durante un viaje extenso con
diferentes mujeres representativas de los pensares y los sentires de naciones
nuestroamericanas, la acercaron a “los feminismos”; este libro “ratificó la
urgencia de denunciar la discriminación implícita en los modos de categorizar,
definir y demarcar la importancia de una idea o una acción que aprendimos en
nuestras universidades, muchas veces públicas, cuando no progresistas. Así como
la obligación de reconocer la producción de ideas políticas de liberación de
las mujeres”.
Atenta
a los procesos de invisibilización de las culturas, Gargallo dice que “como
feminista, el otro es alguien que me interesa porque es yo y es nosotras”,
diciendo que “las mujeres de Abya Yala –o Nuestra América- construyen
modernidades alternativas al colonialismo europeo y la victimización de las
colonizadas a la que las relegan las feministas blancas. Sus feminismos, (…),
tejen respuestas a los patriarcados que no son necesariamente individualistas,
donde lo colectivo y lo personal no se disocian”.
La
liberación de la Madre Tierra
Uno
de los relatos que recupera Gargallo es el de Aida Quilcue, integrante del
Consejo Regional Indígena del Cauca, Colombia, quien expresa que “la Madre
Tierra es la mujer de origen. Concebida como mujer, la Madre Tierra contiene la
integralidad del Universo. Por ella, la mujer es considerada origen de la vida
y transmisora del conocimiento, la que ha preservado todas las prácticas
culturales, haciendo que perviva el pueblo nasa”. Relata la dirigente que “de
los 102 pueblos de Colombia, 35 (se encuentran) en vías de extinción porque
quedan una o dos personas, (allí) el papel de las mujeres ha sido fundamental
en la orientación de los procesos organizativos y en la resistencia civil por
medio de la espiritualidad propia”.
Para
Quilcue una de las estrategias más utilizadas para reducir a los pueblos “fue
la invasión ideológica cuya herramienta fue la religión católica, donde los
sacerdotes decían que la mujer debe someterse al hombre, creando el machismo
como ideología impuesta. Este machismo rompe (…) con nuestra espiritualidad que
los curas denunciaron como brujería cuando descalificaron a las mujeres”. Insta
a las mujeres a recuperar “nuestro papel en la espiritualidad y por lo tanto en
la medicina y la salud propia” y denuncia a los estados y a las religiones
diciendo que “cuando un pueblo indígena reivindica sus derechos es terrorista”.
“La
liberación de la Madre Tierra es la base de la Ley de Origen. Esta significa
también la liberación de las mujeres, que están en riesgo por los actos
violatorios de las transnacionales (…) protegernos como mujeres es proteger a
la Madre Tierra, proteger la vida, garantizar la permanencia como pueblos
milenarios con la orientación de nuestras autoridades espirituales y
autoridades terrenales. Nos corresponde hoy a las mujeres salvar la tierra.
Tenemos esa gran responsabilidad, no podemos aceptar ser marginadas”.
Ser
aymara, feminista y lesbiana
Julieta
Paredes es una feminista autónoma y comunitaria; boliviana, aymara y lesbiana.
Según Gargallo, su testimonio es fundamental dentro de las experiencias de
organización política nuestroamericana ya que sostiene desde el trabajo de las
asambleas indígenas que la mitad de todos los pueblos son mujeres y que los
cuerpos son elementos de identidad y de afirmación política. “El solo hecho de
pensarme como una mujer aymara de barrio, calladita y sumisa a lo que diga mi
entorno, lesbiana que a diario tendría que ocultar mi deseo y amor por las
mujeres, sería un suplicio. El feminismo le dio a mi vida y mi pensamiento alas
de cóndor y cimas de montañas, elementos desde donde miro mi tiempo, mi pueblo,
mi historia”.
Paredes
forma parte de una corriente de feministas que no se rinde ante hegemonías que
muchas veces se pretenden blancas y eurocentristas, “si el feminismo fuera una
palabra que solo tuviera significado para las mujeres en el norte, y si feminismo
fuera una acción inventada por ellas, entonces Mujeres Creando, creo yo, no
sería feminista. Seguiríamos la raíz de la lucha de las mujeres de nuestras
tierras, que sin duda daría también hermosos frutos de conceptualizaciones y
prácticas por la vida”. Y concluye “el feminismo no es una teoría más, es una
teoría, una concepción, una cosmovisión, una filosofía, una política, que nace
desde las mujeres más rebeldes ante el patriarcado (…). La base de existencia
de la que viene el feminismo son las mujeres pensándonos y sintiéndonos a
nosotras mismas y pensando y sintiendo a los otros, a las otras, y a naturaleza
también”.
Desde
abajo y a la izquierda
Por
su parte, para la antropóloga e historiadora mejicana Sylvia Marcos, renombrada
por Francesca Gargallo en Feminismos…, la marginalización en las escuelas, en
el conjunto de la sociedad y aun en los movimientos de mujeres de la presencia
indígena forma parte de un proceso de invisibilización que responde a una
necesidad de obviar las alternativas al saber que avala el statu quo heredado
de la colonia. Considera que para que esto cambia se debe comenzar por
cuestionar la centralidad de Occidente para el feminismo nuestro americano, “el
capitalismo, especialmente en su vertiente neoliberal que absolutiza el libre
mercado y requiere la explotación voraz de la naturaleza sin controles ni
regulaciones constituye otro frente en que las demandas feministas deben de
enmarcarse. Hasta el levantamiento zapatista en enero de 1994, las demandas
referentes a derechos de los pueblos indios y las críticas a su situación de
explotación y marginación estuvieron virtualmente ausentes de los movimientos
sociales mejicanos, por lo que la discriminación y el racismo han sido
integrados al contexto socio- cultural y económico del país”.
Por
eso, “rescatar la tradición intelectual feminista, desde ´abajo y a la
izquierda´, implica mucho más que elaborar un análisis feminista utilizando las
referencias y criterios epistemológicos establecidos. Se requiere de una
epistemología feminista descolonizada”.
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